El último viaje del ministro de Economía, Amado Boudou, dio muestras una vez más de los peligros de la personalidad del funcionario ante la prensa. Su vocero debió llamar insistentemente a prestigiosos corresponsales con asiento en Washington para pedirles que un epíteto, que lanzó el ministro entusiasmado por su verborragia, no fuera publicado. Sorprendidos por el amateurismo de su vocero, los periodistas le dijeron que se quede tranquilo.