Cambio, voto vergüenza y el “romper todo” estresan las urnas de interrogantes

Un clima de frontal tensión al filo del cierre de las dos campañas. Qué tienen en común y como se convivirá entre un presidente ganando por poco y una oposición crispada.

El cambio es una palabra gastada por ambos candidatos. Milei, la puede enarbolar con mayor firmeza dado que lo suyo es todo desconocido, hasta aquí, de lo que se vio de las fuerzas políticas que dominaron los 40 años de democracia. Sin embargo, sus recetas económicas (aplaudidas entre otros por Domingo Cavallo), ya se ejecutaron con resultados dramáticos en la Argentina. Su cambio es sobre todo en el formato del envase y entendido como instrumento de una reconfiguración del sistema político. De ganar, nada será igual.

Para Massa representar el “cambio” es casi un oxímoron. Ministro de economía durante un año y tres meses en la gestión de un gobierno deshilachado. De todos modos, una inteligente campaña junto con medidas de alivio fiscal y bolsillo para los que menos tienen, junto con una batería de mensajes inyectando miedo, han producido el milagro de un candidato oficialista competitivo. En el planeta, se preguntan cómo puede llegar a ganar. De ganar también todo será distinto.

Otra vez queda plasmado que es una elección de opciones vergonzantes. Para los consultores, el final es abierto y con escaso margen para el ganador del escrutinio definitivo. Entre otras razones, porque el voto vergüenza va mutando de uno a otro lado de las trincheras. En el votante de Larreta este sentimiento es ostensible. Quebrada de espanto la casa de Juntos, este votante naturalmente moderado se debe tapar la nariz para optar. ¿Votar al ministro de los tres dígitos de inflación o al otro que dispara anuncios al margen del espíritu democrático imperante desde 1983?

¿Votar al ministro de los tres dígitos de inflación o al otro que dispara anuncios al margen del espíritu democrático imperante desde 1983?

En el tramo final de la campaña, los dos fueron reafirmando sus primeros pasos, convencidos que los votantes en blanco o escépticos permanentes , no deparan demasiadas posibilidades de penetrar en sus endurecidos corazones. La moneda en el aire, y quien cuide mejor la fiscalización de los votos en aquellos territorios clave como La Matanza pueden llegar a hacer la diferencia.

La figura de Macri le sirvió a Milei para reordenare en sus vectores discursivos, el de la esencia “halcona”  que lo llevó a su disruptivo éxito. No así para garantizarle la cohesión interna. Ruidos de quienes se sintieron ninguneados, de uno y otro lado de la nueva alianza, y un ejército amarillo de fiscales que quedaron supeditados a los caprichos de un personaje que entiende muy poco de armados políticos , complejizaron el tramo final de su campaña. Al igual que pasó en el Debate, Milei piensa que morir con su pensamiento unilateral es la única vía posible.

El stress electoral se ha consolidado en tensiones callejeras, donde todos sospechan que hay una cama de aguijones esperando en el camino. Por eso , Milei solo quiere dar entrevistas a periodistas amigos. O dirigentes peronistas, del conurbano profundo, sacaron militantes a provocar a los adversarios. El acto del líder de la Libertad Avanza, en Ezeiza, fue una bomba de tiempo.

Puede quedar todo en un folclore de una campaña recontra ajustada. El principal temor es que quien pierda no acepte la victoria del otro. Un domingo a puro suspenso. Asoma , en el campamento del Mileísmo macrista , la intención de judicializar la elección. Esto, divide aguas en el PRO . No todos quieren acompañar los caprichos de un ex presidente dispuesto a todo con tal de evitar que el peronismo siga en el poder. La posibilidad de judicializar una elección sería un pesado hito en la historia democrática nacional y un ancla para un próximo mandatario finalmente erigido con forcé.

 

Horacio Caride