Mi pirómano favorito

Milei, que sigue liderando las chances de ser el próximo presidente , mete querosén a la crisis.

Javier Milei es como la espuma que derrama la boca de un perro rabioso. Parece que mueve la cola y te muerde.

Venía teniendo apreciaciones más aplacadas, introduciendo a su vocabulario la palabra derechos y legalidad, hasta que su chip volvió a la raíz del personaje que lo transformó en loco y figura hasta nuestra sepultura. El libertario se regodeó con la depreciación de la moneda nacional vinculándola con los excrementos y, temerariamente, recomendó a los ahorristas a sacar sus pesos en los depósitos bancarios.

 

El “cuanto peor mejor” parece ser una consigna deseable también para el ultra liberal como desde otra perspectiva la asumen los trotskistas. El candidato que acaricia el boom de la primera vuelta se siente impune en sus provocativas declaraciones, que además operan de forma directa sobre los volátiles mercados pre electorales.

En tanto, el ministro de Economía y candidato de las ruinas oficialistas encuentra, en el estrafalario contrincante, un aliado indirecto para llevar agua de reserva a su tanque semi vacío, arriando esperanzas entre los que asumen la casi segura debacle peronista.

Resultados a la vista: dólar blue a más de 1000, precios en movimiento y otros en suspenso. El post Debate dejó a candidatos autoconvencidos de haber realizado un digno espectáculo. Lo cierto es por arriba de un millón de personas decidieron ver otras pantallas, dándole 4 puntos menos de rating que el primero realizado en Santiago del Estero.

A Milei varios observadores lo vinculan con los inicios de Menem, el de la esperanza de la revolución productiva. Sin embargo, la impronta de este nuevo personaje porta en una mano la motosierra y en la otra un  fósforo, con una mueca en su rostro que parece decir: “No digan que no les avisé”.

Nerón observó el fuego desde su palacio en la colina Palatina al tiempo que cantaba y tocaba la lira. Motivado por un capricho insano, Nerón envió abiertamente a hombres a incendiar la ciudad. Nerón observó desde la torre de Mecenas, en la colina del Esquilino, a la vez que cantaba y tocaba la cítara.

 

Horacio Caride