Milei apuesta a su clarividencia mientras se expone a los pecados capitales

Entre las fuerzas del cielo y sus pronósticos, el presidente apura reformas estructurales. El peligro de un nuevo contrato moral.

Javier Milei tomó sus primeros días de gobierno como un clase magistral de empoderamiento. Va para adelante sin miramientos ni complejos. Atributo parecido al que tuvo su alter ego, Carlos Menem, claro que con mucho más poder de arranque, es decir, con el apalancamiento del casi todo el peronismo. El partido de Perón tuvo en la década menemista una óptica crítica del rol del Estado aunque su reformismo nunca se atrevió a tanto.

El mega DNU, que contiene un sinfín de normas nuevas que regirán la vida de los argentinos, no fue incluido en las iniciativas de leyes ómnibus que comprenderán las sesiones extraordinarias del Congreso. Un forma de decir: debatan asuntos de estado de discutible urgencia mientras que lo sustancial atraviesa el DNU de Milei. Un Fujimorazo de buenos modales.

Al son de las críticas y los primeros cacerolazos, el presidente tuvo un goce al sostener: “Les aviso que habrá más”. En lo de Mirtha reafirmó que se cerrarán todas las empresas del Estado y citó a Frondizi, en las redes, para buscar un antecedente similar de arrojo y ruptura al status quo.  “Pareciera que algunos por sadismo y otros por corruptos quieren mantener encadenados a los argentinos que desean salir de la miseria”, recalcó el libertario.

Al igual que Lilita lo intentó hacer, Milei desde otra óptica política habla de cambios culturales y enfoca a una nueva moral de los argentinos. El problema que tiene estas posturas fundamentalistas es quedar encerradas en enclaves iluministas que terminan siendo abstractos y poco digeribles en el tiempo por las almas de necesidades insatisfechas.

Otro aspecto es caer en posiciones autoritarias. Pasó con el Todo o nada de Cristina, cuando pegó fuerte la crisis con el campo. Milei tiene una mente inteligente pero a la vez su perfil es de un hombre intemperante, proclive a caer en la tentación de uno de los pecados capitales: la soberbia.

En su introspección religiosa, el primer mandatario citó que el pecado que aborrece es la envidia, y por esas cosas de su directriz ultra liberal lo asoció con el concepto de justicia social. “Es robarle a alguien para darle a otro, un trato desigual frente a la ley, que además tiene consecuencias sobre el deterioro de los valores morales al punto tal que convierte a la sociedad en una sociedad de saqueadores”, dijo taxativo.

El abogado del estado,  el ex miembro de la Corte Menemista, Rodolfo Barra estiró el discurso al punto de ir en contra de fundamentos básicos del espíritu de las leyes. “No puedo creer que se discuta el DNU con este grado de emergencia que tiene el país”. No parecería que sea lo mismo que piensan los actuales cortesanos, en la cabeza de Horacio Rosatti.

Hay sondeos de opinión pública, posteriores a la primer cadena nacional, que atribuyen poca paciencia del electorado de clase media a un año por delante desprovisto de buenas noticias. Explicar mejor el camino trazado y hacer el ajuste con cierta cara social, sería recomendable para un presidente que cree tener masivos apoyos pero que se posa sobre un piso flotante.

A Mirtha le agarró la mano y se emocionó con las palabras de la Reina madre de la tele. Sus lágrimas se asemejaron mucho a las que regaló Domingo Cavallo a la emblemática jubilada, Norma Pla.

Esperemos que el final sea diferente.

Horacio Caride