Pasado y presente de Parrilli

Se vuelve de todos lados menos del ridículo”. La frase que utilizaba el general Perón pertenece a un amigo de juventud de la jueza, que ayer estuvo en su casa esperando noticias vía telefónica. Sus antecedentes profesionales se remontan al 11 de junio de 1974, día en que se recibió de abogada en la UBA. Ese mismo año obtuvo también el título de Procuradora. Antes, en los pasillos de la Facultad de Derecho, conoció al padre de sus dos hijos (Emiliano y Sol), un abogado de apellido Montenegro. Por ese entonces, militaba activamente en la Juventud Peronista pero no tuvo participación confirmada en Montoneros, según varias fuentes consultadas. Todos la conocían como “Laly”. Llamativamente, con los años, su sobrenombre fue mutando y se transformó en “Katy”. Tras el golpe de 1976, Rosa Elsa Parrilli (63 años), abandonó el país junto a su familia. Luego de un paso efímero por Río de Janeiro, terminó recalando en Holanda, donde completó sus estudios. En 1982, obtuvo un Master en Economía y Estudios Sociales expedido por el Institute of Social Studies, con sede en La Haya. Antes de regresar al país, cursó dos años en la Universidad Erasmus, de Rotterdam (1984-1986), donde se especializó en política criminal. De vuelta al país, se dedicó a la docencia universitaria en distintas facultades. Entre los trabajos que presentó para concursar como jueza de la Ciudad, figura una tesina sobre la libertad de prensa y un curso en el Instituto Nacional de Capacitación Política, donde obtuvo el segundo mejor promedio. Su ingreso a la Justicia porteña no fue fácil. De hecho, tuvo que hacer un juicio y recién juró en 2006, cuatro años más tarde que el resto de sus colegas. Mientras esperaba su nombramiento, gracias a sus contactos políticos, la magistrada trabajó en el ministerio de Interior y en la secretaria de Política Criminal del Ministerio de Justicia. Siempre en planta permanente. En 2005, tras el fallo de la Corte Suprema en el caso “Yofre de Vaca Narvaja”, que extendió los alcances de la ley 24.043 a los exiliados, puso en marcha los trámites para obtener una indemnización millonaria. Su expediente, como el de muchos otros, recibió el visto bueno de la Secretaría de Derechos Humanos (le habían reconocido un total de 2210 días fuera del país), pero nunca llegó a cobrar. Una resolución del Procurador del Tesoro y una decisión política del kirchnerismo cerró todas las puertas, según confirmó una amiga, Luisa Maqueda, que hizo las veces de abogada. El caso pasó a la Justicia e incluso llegó a la Corte. “Es muy difícil que pueda prosperar”, se sinceró su aboga, al tiempo que se quejaba de la “saña” con la que trataron los medios. Sobre su carácter, el video que quedó registrado por las cámaras de seguridad parece haber sido sólo una muestra. Hace tres meses, protagonizó otro escándalo en la puerta de los tribunales de la calle Berutti. “Se enojó con una persona que estaba en doble fila y le pedía a los gritos a un policía que la detenga”, recordó un ex juez contravencional. Una escena muy similar la tuvo como protagonista en la fotocopiadora del edificio, donde despotricó por un trabajo supuestamente mal hecho. El presente de Parrilli no es mucho mejor: está divorciada, vive sola en un edificio de Palermo y viaja seguido a Holanda a visitar a su hijo, que la convirtió en abuela hace poco tiempo. Fue él quién le transmitió la noticia publicada por el diario Clarín. “La despertó llorando a las 5 de la madrugada porque estaba viendo el video por Internet”, contó un juez con el que mantiene una buena relación.