Hace dos Siglos no hubo vacunados VIP

La historia de la vacunación a nivel mundial y las particularidades del caso argentino. Belgrano fue el gran promotor de las vacunas.

Eduardo Lazzari

Por Eduardo Lazzari

La historia de la vacuna es muy conocida. El 14 de abril de 1796 el británico Edward Jenner inoculó en James Phipps (8 años), el raspado de una pústula de Sarah Nelmes, que padecía viruela contagiada por una vaca a la que ordeñaba.

Phipps fue luego expuesto al contagio y no se enfermó. Lo genial de Jenner es que aplicó un método científico que demostró la eficacia del tratamiento. Con ironía, Jenner nombró a su experimento como vacuna en homenaje al animal del que obtuvo la enfermedad. A pesar del apoyo oficial, Gran Bretaña sólo impuso la vacunación décadas después.

En ese tiempo gobernaba el imperio español Carlos IV, quizá el mejor Borbón detrás de Juan Carlos I. En 1803, demostrando la velocidad con que el conocimiento humano se transmitió sin teléfonos, telégrafos, celulares o redes, Carlos IV decidió la primera vacunación masiva a sólo seis años del logro de Jenner. El 6 de junio de 1803 creó la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, nombrando al médico valenciano Francisco Xavier de Balmis como jefe.

Carlos IV, el primer rey vacunador

Podemos considerar a Balmis como el primer “ministro de salud pública” en la historia. Como no había sistema de conservación de la vacuna, se eligió a 22 huérfanos a los que se les provocó la enfermedad en grupos de a dos para obtener linfa durante el viaje. 22 niños y seis médicos lograron en tres años vacunar a millones de seres humanos contra la viruela, que ha sido la primera enfermedad en desaparecer de la tierra, cuando se la declaró extinta el 8 de mayo de 1980. Es llamativo el ocultamiento que el relato histórico hace de esta gesta sanitaria y de sus protagonistas.

 

La primera vacunación de la historia, 1796

 

En tres años, desde España, la vacuna llegó a América, África y Asia, vacunándose a todos sin distinción, no sólo a españoles. En el Río de la Plata se comenzó a vacunar en 1805 de la mano de Josef Salvany, el segundo de Balmis, que se radicó en Cochabamba (hoy Bolivia) y murió allí supervisando la campaña.

Manuel Belgrano, gran promotor de la vacuna, impulsó que los ejércitos revolucionarios de 1810 vacunaran en todos los escenarios de la guerra de la Independencia.

Desde entonces, pasaron dos siglos en los que la humanidad atravesó varias epidemias, siendo la más trágica la de gripe española de 1918/1920, llamada así paradójicamente porque los españoles fueron los primeros en hacerse cargo de la enfermedad, que había comenzado en cuarteles estadounidenses y difundida por los soldados que cruzaron el océano Atlántico para pelear en Europa durante la I Guerra Mundial. Esa pandemia causó entre 60 y 90 millones de muertos (3,5% a 5% de la población mundial) y se contagió la mitad de la humanidad.

El contraste entre las pandemias es notable: la pandemia actual sólo ha contagiado, hasta hoy, a menos del 2% del total de seres humanos, y han muerto algo más de 2 millones y medio de personas. Es un categórico avance de la cultura, de la medicina y del abordaje global de un grave problema sanitario.

Vale preguntarse ¿por casa como andamos? La lentitud de la vacunación muestra que, si se mantiene el ritmo actual, se tardaría tanto como en 1803/6 en inocular a la misma cantidad de población. Hace más de dos siglos, no hubo escándalos de vacunados por acomodo y la campaña de divulgación fue muy efectiva. Hoy llama la atención que no exista claridad en la información, como la que existía hace dos siglos pero, sobre todo, es difícil imaginar en la Argentina que los funcionarios a cargo estén dispuestos a morir para que se vacunen todos.