De la retórica del menudeo al flagelo del avance narco en Rosario

Ribombantes discursos y anuncios , Milei podría visitar la ciudad tomada por los narcos. La mala idea de al foto a lo Bukele.

Alguna vez un político que quiso ser presidente encaró como bandera afrontar la lucha contra el narcotráfico. Su discurso se fagocitó por el desinterés de la mayoría dirigencial y por un carpetazo que le tiraron en medio de su fallida carrera hacia el poder.

El colorado Francisco De Narváez, un empresario colombiano nacionalizado argentino y coleccionista de símbolos del peronismo, quedó en medio de sospechas por el tráfico de efedrina. La causa tuvo poca consistencia acusatoria ya que se basaba en dos testigos de identidad reservada. Cayó por poco rigurosa, pero antes se interrumpió la carrera del empresario hacia la Rosada, quien estaba inhibido a nivel Constitucional pero que no cedía en su ímpetu tras haber derrotado al kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires.

La historia de tantas nebulosas de la relación entre el poder y las drogas es representativa sobre las sospechas de los fondos de aportes de las campañas políticas. A partir de ese momento, se reglamentó a través de una ley de financiamiento de la política. Se pusieron topes a los aportes privados. Los fondos públicos no alcanzaron a cubrir las expectativas de costos de una campaña media, por lo cual es vox populi que los dirigentes con aspiraciones reciben aportes debajo de la mesa. ¿De quiénes?

Otra historia que se cruza, en los análisis, nos lleva a los sectores corrompidos del sistema. Transcurrían los primeros años de la democracia, y el entonces ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, nombrado por Antonio Cafiero, tuvo un bautismo del tipo realismo mágico, en la visita a su despacho de la cúpula de la policía bonaerense, después llamada Maldita Policía.

Al honesto funcionario, que duró tan solo un año, le “regalaron” una itaka, un perro policía y le exhibieron la recaudación de las cajas negras: prostitución, robo de autos y coimas. No aparecía aún en el diccionario de los uniformados las drogas como eje temático de sus oscuros deseos. Luis Brunati renunció. Quedó como un símbolo de lo que no pudo cambiarse en estos 40 años de democracia.

Es un hecho casual, nos dice con malicia en su última editorial Carlos Pagni, que el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, haya sido el abogado del “célebre” narco Mameluco Villalba. Todo acusado es merecedor de una buena defensa.

Así como se fue pudriendo todo, la realidad de la ciudad de Rosario  no puede haber sido muy diferente en sus inicios a estos relatos. Las pericias de las nuevas víctimas del narco terrorismo: taxistas, colectiveros, hombres y mujeres de a pie, tuvieron un denominador común ya que se usaron balas policiales para concretar las acciones criminales mafiosas.

Ir sobre los “Soldaditios” es necesario para dar señales de rápida reacción de que la autoridad sigue vigente, pero si queda todo en esas detenciones no se puede ir a una solución vertebral y de fondo.

Debería abarcar -según especialistas de este flagelo- las áreas financieras con el blanqueo de capitales y el combate de la economía informal sin desatender los efectos sociales de eliminar ese mercado de supervivencia.

El escepticismo reinante, ante las nuevas medidas y desplazamientos de fuerzas federales, está anclado en la praxis de revisar el pasado reciente y sus remanidos fracasos. Ya hubo movidas similares en el gobierno de Macri y peleas inútiles durante el kirchnerismo. También discusiones sobre el rol de las Fuerzas Armadas. El resultado siempre fue el avance de los mafiosos sobre el marco de las leyes.

¿Qué pasará cuando Patricia Bullrich deje de estar atenta a Rosario o cuando Pullaro se quede solo con sus escasos recursos?

Quizás apelar al silencio o la discreción sea una buena fórmula de arranque mientras se apuntalan las políticas de estado. Por eso, hay especialistas que consideran una mala idea el haber expuesto como marketing anti mafia, la foto a lo Bukele, en el pabellón de presos de alto perfil, alojados en la cárcel de Piñero. La narrativa de Marvel o los preavisos de los movimientos en el combate a estas bandas mafiosas no parecen ser las medidas más efectivas a la vista.

Horacio Caride